En las últimas décadas, ha habido un creciente interés en comprender el dolor y el sufrimiento en los animales y en cómo podemos reducir o prevenir estas experiencias negativas en el mundo animal.
En la actualidad existen abundantes evidencias neuroanatómicas y neurofisiológicas, que demuestran que los animales son capaces de sentir dolor y que, por lo menos en el caso de los mamíferos, los mecanismos de transducción, transmisión, modulación y percepción de los estímulos nocivos, son similares, en general, a los hallados en los humanos. Posiblemente la principal diferencia existente entre el hombre y los demás mamíferos, respecto del procesamiento de los estímulos nociceptivos que se traducen en la percepción de dolor, tiene su asiento en las fases cognitiva y evaluativa de dicho proceso.
Tanto en el hombre como en los animales, receptores especializados llamados nociceptores se encargan de recibir y transformar estímulos nocivos o “noxas” en señales que llegan al cerebro, pasando por la médula espinal y una serie de estructuras supraespinales, entre las cuales se destaca el tálamo, en un proceso denominado nocicepción. Una vez localizadas en el cerebro, dichas señales son procesadas e interpretadas generando la sensación de dolor.
De esta circunstancia se deriva la gran responsabilidad profesional, ética y moral que le compete a la medicina veterinaria en el manejo del dolor, pues el reconocimiento de sus signos, de acuerdo a la especie animal evaluada, resulta ser perentorio para su prevención y tratamiento.
A medida que nos esforzamos por crear un mundo más justo y compasivo, recordemos siempre que nuestras acciones pueden tener un impacto significativo en el bienestar de los animales.
Tratamiento
El dolor es una experiencia desagradable que afecta a los animales. En gatos y perros, el dolor puede tener efectos fisiopatológicos significativos.
Descontada la inexistencia de dudas sobre la capacidad que tienen los animales de sentir dolor, el siguiente aspecto a considerar es la importancia que tiene su manejo en el mantenimiento de la homeostasia orgánica. Estudios controlados demuestran que los animales a los cuales no se les instaura tratamiento analgésico, después de haber sido sometidos a intervenciones quirúrgicas, retrasan su recuperación, si se comparan con aquellos que reciben tratamiento.
Los ajustes fisiológicos generados por el dolor son, en principio, protectores del organismo. No obstante, cuando el dolor no es tratado de manera oportuna e idónea, el organismo desborda el terreno de los ajustes fisiológicos e instaura procesos fisiopatológicos en una cascada que involucra prácticamente a todos los sistemas. Ello no es otra cosa que el síndrome general de adaptación, que después de una fase inicial de alarma puede evolucionar a un estado de resistencia y, más adelante, de agotamiento si no se remueve la causa que lo genera.
Por causa del dolor incontrolado, y específicamente por vía de la estimulación del sistema nervioso simpático, se elevan las catecolaminas, produciéndose inicialmente taquicardia, incremento del consumo de oxígeno por parte del miocardio, aumento de la irrigación a órganos vitales como el corazón, el cerebro y los pulmones, constricción de los vasos sanguíneos periféricos y elevación de la presión arterial.
En resumen, el dolor en gatos y perros no solo causa molestias y malestar, sino que también puede tener efectos importantes en su bienestar en general.
Manifestaciones
En perros y gatos, el dolor puede manifestarse de diversas formas, desde cambios en el comportamiento hasta síntomas físicos evidentes.
El fenómeno del dolor involucra dos componentes fundamentales: el sensorio y el afectivo. Esto hace que el diagnóstico clínico, para ser exitoso, deba apoyarse no solo en consideraciones biológicas y fisiológicas inherentes al dolor, sino también en aspectos como la especie animal afectada, la raza, la edad, el uso zootécnico si lo hay, el entorno en que vive, el trato al que es sometido el animal, el papel que juega en la familia y la existencia previa de experiencias de dolor, entre otras. En todo esto no debe perderse de vista la alta relación existente entre el miedo, el estrés y el dolor; actualmente se sabe con claridad que la reducción de los dos primeros redunda en un incremento del umbral del dolor.
En los casos de traumatismos, tumores y procesos inflamatorios crónicos, lo mismo que en las etapas posquirúrgicas, el diagnóstico del dolor suele ser más sencillo por la evidente relación entre el evento y las manifestaciones de los pacientes.
No obstante lo anterior, muchos procesos de dolor resultan de difícil diagnóstico porque las patologías de base que los generan, al igual que las manifestaciones por parte de los pacientes, no son claras. En muchos casos lo único que manifiestan estos últimos es un cambio de conducta, para lo cual es muy valiosa la información que suministran los propietarios en la anamnesis, pues son los primeros en detectarlo. Este reconocimiento de signos poco relevantes es clave, por ejemplo, en la detección de dolores ocultos.
Consideraciones
Después de realizar el diagnóstico, se debería proceder a la elección de las alternativas terapéuticas que permitan el alcance de una mayor efectividad analgésica, con los menores efectos adversos. Para ello han de tomarse en consideración buena parte de las variables analizadas en el reconocimiento del dolor en el paciente específico, pero además enfatizando en aspectos como el tipo de dolor a tratar, el sitio donde se implementará la terapéutica y el personal encargado de impartirla.
A propósito de lo anterior, e igual que en la etapa de diagnóstico, el entorno familiar resulta decisivo en el éxito de la terapia o terapias escogidas para aliviar el dolor, por el conocimiento que tienen los miembros del núcleo familiar sobre las actitudes cotidianas de sus mascotas y la colaboración que los propietarios pueden ofrecer, por ejemplo, en el suministro de los fármacos que se prescriben, y en el desarrollo domiciliario de los posibles tratamientos complementarios, como es el caso de la fisioterapia. La familia es además garantía importante para el suministro de un ambiente limpio, seco, tibio y tranquilo, fundamental en el tratamiento adecuado del dolor.
Para el logro de un tratamiento analgésico eficaz, se hacen imprescindibles el conocimiento de la fisiopatología de la enfermedad a la cual está asociado el dolor, el tiempo de evolución de la misma, la realización de un examen clínico idóneo, la aplicación de exámenes de laboratorio complementarios y el establecimiento de los posibles diagnósticos diferenciales. Cada tratamiento debería estar remitido a las particularidades de cada paciente y tomando en cuenta si el padecimiento es de carácter agudo o crónico.